El viernes estuve en casa de una amiga haciendo pan. Ahora
con el segundo embarazo le han descubierto una intolerancia al gluten así que
estamos compartiendo algunos días en la cocina, aprendiendo y descubriendo
nuevas recetas ahora sin gluten.
Siempre
fuimos amigas, tuvimos diferencias y pasamos un tiempo alejadas. Hace unos
pocos años retomamos la amistad, no dónde la dejamos, sino como si nunca la
hubiésemos perdido
Y se agradece, porque los buenos amigos se pueden contar con
los dedos de una mano y a veces hasta sobran dedos, y no estamos en disposición
de ir cerrando puertas por orgullo y soberbia.
Y es que el que busca un amigo sin defectos se quedará solo
toda la vida. Este refrán es una gran
verdad, principalmente cuando uno se analiza y se da cuenta que el que más
defectos tiene es uno mismo.
Las personas terminan uniéndose por cuestiones de afinidad:
en política, en religión, en creencias, en hobbies, valores...; a pesar de tener cosas en común chocamos, pues nuestra
escala de valores puede ser la misma, pero no podemos pretender que el orden de
prioridades sea el mismo. Esto puede tornarse un problema para uno de los dos y
empieza a exigir lo que da. Lo que se da depende de uno, pero lo que se recibe
es un regalo siempre, aunque a ojos de la persona que lo toma crea que es
insuficiente puesto que lo que dio es más de lo que recibióLa amistad no tiene un baremo, se es amigo y punto. Se está o no, siempre o cuando es necesario, cuando te lo piden o cuando tus circunstancias también te lo permiten. Se está a las buenas y a las malas.
Si uno espera recibir lo mismo que da, lo más probable es que termine defraudado, no por culpa del amigo, sino por propia culpa, pues poner esas expectativas en el otro es hasta temerario. Si nosotros fallamos... por qué esperar que los otros no lo hagan?
El perdón es una actitud del que ama, es anterior al arrepentimiento del prójimo que ofendió o hizo daño. Perdonar las faltas de otros es difícil, hace falta grandes dosis de caridad y humildad y normalmente vemos los agravios desde un plano superior: a mí -el ultrajado- se me debe la disculpa en tiempo y forma que yo creo que debe hacerse. Y volvemos a lo mismo: no podemos esperar que las acciones de otros se hagan como nosotros queremos, porque cada persona es un mundo y todos diferentes. Pensar que un amigo tropieza y levantarlo para que camine de ahí en delante de la manera que nosotros queremos no es amistad. Tropezar, caer y levantar al amigo las veces que haga falta, dialogando y haciéndole saber cómo nos sentimos por la repetición de situaciones que nos hacen daño siempre con amor, eso es amistad.
Y es que no se nos ha dotado a los hombres con el don de la
telepatía y no podemos meternos en la cabeza del otro, por lo que lo que nos
molesta tenemos que decirlo, así sea 70 veces 7 y esperar sin odio ni rencor en
el corazón.
Las relaciones –del tipo que sean- son y serán siempre
complicadas si nos olvidamos de la humildad y la piedad, de tender el puente al
que causa el oprobio.
Estas situaciones se tornan insoportables cuando el
sentimiento es mayor que la simple amistad, y es que la línea que separa el amor
y el odio es muy muy delgada, y el perdón como el amor no depende sólo de un
sentimiento, sino de una decisión.Y mientras perdonamos y esperamos ser perdonados me vienen a
la memoria aquellos versos de Santa Teresa de Ávila: nada te turbe.
Ingredientes para 20 panecillos:
1 kilo de harina para pan sin gluten (nosotras usamos de la marca schär)
900 mililitros de agua templada
100 gramos de levadura fresca de panaderia
90 mililitros de aceite de oliva
Una cucharada de sal
1 cucharada de azúcar
Preparación:
Templamos el agua y disolvemos la levadura y el azúcar. Añadimos el aceite.
En un bol ponemos toda la harina y la sal y vamos añadiendo el agua amasando bien para que se integre y quede una masa elástica y lisa.
Es importante que se amase mucho y bien para que quede una masa lisa y homogénea.
hacemos una pelota y la metemos de nuevo en el bol tapada con un trapo hasta que doble el volumen.
Sacamos, amasamos un poco más y hacemos panecillos (estos pesaban 85 gramos cada uno, los fuimos pesando para que quedasen todos del mismo tamaño y se hiciesen a la vez), cuidamos de darle forma de bollitos sin aplastar, ya que al no tener gluten no suben mucho.
Los pintamos con aceite y dejamos tapados de nuevo que doblen el volumen.
Metemos 25 minutos calor arriba y abajo en horno precalentado a 200º durante 25 minutos.
Sacamos y dejamos sobre una rejilla que se terminen de hacer.
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